miércoles, 18 de enero de 2012

Downton Abbey 2, días de guerra

ATENCIÓN SUELO FREGADO: Spoilers frescos sobre la segunda temporada de Downton Abbey que pueden hacerte resbalar si no la has visto.

El Globo de Oro que Downton Abbey logró el pasado domingo en la categoría de mejor miniserie o película para televisión ha confirmado, peculiaridades de criterio aparte, el fenómeno en el que este 'costume drama' se ha convertido al otro lado del charco. Las chicas de ByTheWay hacen una curiosa recopilación de una buena cantidad del  merchandising y eventos que suelen acompañar a este tipo de casos, mientras que en Vaya Tele! nos desvelan la verdad detrás de algunas de las tramas culebronescas con las que la serie de Julian Fellowes nos enganchó en su temporada de debut.

Frente a los siete episodios de la primera entrega, a esta segunda se le suman uno más y un especial de Navidad de dos horas, que, en lugar de funcionar como un acto separado, continúa y deja la historia lista para el tercer volumen que arrancará el próximo otoño. Tenía la sospecha de que el especial iba a ser la auténtica season finale, de ahí que esperase hasta ahora para dar mis impresiones sobre una temporada, en líneas generales, mucho más intensa en sus planteamientos de género y catártica para algunos de los personajes.

Muchas quejas ha habido acerca del exceso de giros novelescos, deudores todos ellos del jabón de O' Brien, que la producción ha tomado este año, como esa aparición del supuesto primo Patrick Crawley, cuya igual de supuesta muerte en el Titanic daba inicio a la historia de la serie; el embarazo de la criada; el amago de adulterio de Lord Grantham con otra criad a mientras Cora se debatía entre la vida y la muerte; y la milagrosa recuperación del primo Matthew, al que el combate en la trinchera había dejado paralítico; o la oportuna muerte de Lavinia, prometida de Matthew y rival de Mary, a causa de la gripe española. Las críticas a tanto suceso junto son en parte acertadas si las miramos desde el punto de vista la dosificación de los acontecimientos. Así, lo que en telenovela al uso puede abarcar una gran cantidad de episodios, aquí se condensan en apenas cuatro, lo que puede provocar una saturación importante. Además, si unimos esto al festival de elipsis desenfrenadas (nada menos que se ventilan cinco años en nuevo episodios) que se marcan en esta temporadas, parece que todo transcurre a la velocidad del rayo sin apenas dar tiempo a digerir tanto drama. Demasiado, incluso para el ritmo casi siempre vertiginoso de las ficciones británicas. Sin embargo, objetivamente no se puede decir que la serie haya derivado en el culebrón más absurdo, puesto que ya había dado muestras de ello el año pasado, y no hay nada en su propuesta que la haga avergonzarse de su naturaleza de 'soap'. Es más, su factura técnica sigue subrayando que estamos ante una 'opera' majestuosa.


Las inmundas elipsis permitían tener a Matthew sentado más tiempo en el salón de la casona que en el taburete de la trinchera, y presumiento de la pelirroja Lavinia  (apodada Ginger Lavinia por los fans) frente a las narices de Mary, episodio sí y episodio también. La evolución del personaje de Lady Mary es de lo más destacable de una temporada, enfocada en mostrarnos los cambios que la Gran Guerra estaba empezando a implantar en la sociedad de la época y en los habitantes de la abadía. La interpretación de Michelle Dockery, muy apoyada en las miradas,  logra una transición perfecta de niñata testaruda y orgullosa a mujer arrepentida de sus propios errores y prejuicios. Así, Mary va dejando ver su lado más vulnerable y la profundidad de sus sentimientos a través de sus interacciones con Matthew y con su prometido Sir Richard Carlyle, magnate de la prensa amarilla interpretado por Iain Glen (Sir Jorah en Game of Thrones). Un tipo sin escrúpulos, Carlyle se erige como el auténtico villano de la función. Despreciado por una Condesa Viuda estelar y con la lengua más desatada que nunca por su condición de hombre hecho a sí mismo (o en otras palabras, por ser un nuevo rico sin abolengo ni valores),  Sir Richard no sólo representa una amenaza para la reputación de Mary (conoce el infame suceso de Pamuk), sino que también esconde secretos relacionados Lavinia, un corderillo de personaje a la que es imposible odiar pese a ser un obstáculo entre Matthew y Mary. La muerte probablemente fue la salida más digna que le pudieron dar a este personaje, aunque ello causara una vez más espasmos a la conciencia de Matthew y Lady Mary antes de, por fin, sellar su compromiso en un especial navideño que compensó de un plumazo todas las desgracias pasadas en episodios anteriores

Si Sir Richard fue el azote de la pareja central de la serie, la exmujer de Bates también hizo acto de persencia para amargarle las perdices a él y a la sufrida Anna, y hasta a Mary, ya que a sus oídos llega el escándalo del turco. Mary Doyle Kennedy, conocida por ser la Catalina de Aragón que chapurreaba español en The Tudors, no se prodiga demasiado, pero ella sola se basta para enchironar a Bates, acusado de envenenarla en otro de esos requiebros 'bigger than life' de este tipo de producciones. Menos mal que antes dio tiempo a que Bates y Anna se casaran y tuvieran su noche de bodas escalaras arriba. Está claro que éste será uno de los centro del drama en la temporada venidera, pues mientras los tortolitos Crawley prepararán su boda (aunque seguro que con algun problema), estos dos van a tener que luchar por sacar a uno de ellos de prisión. ¿Alguien creía que la felicidad iba a durar así como así en la casona?

Por su parte, Lady Sybil y Branson han protagonizado el romance por escenas de la serie, sólo que dichas tomas parecían un calco de la anterior y así sucesivamente. Los actores debieron aburrirse de lo lindo recitando sus frases, que además servían para poner a la audiencia al corriente del contexto histórico y social del momento (la proactiva Sybil incluso se pone a trabajar como enfermera profesional), ya que el resto de las subtramas no se molestaban demasiado en semejantes menudencias cronológicas, salvo las relacionadas con la contienda mundial. Total, incluso el tiempo no parece pasar por los rostros de ninguno de los personajes, aunque el departamento de vestuario haya hecho los deberes a la hora de mostrar unos trajes más auteros, acordes a las circunstancias (¿Cuántas veces repiteel  modelito granate Lady Mary?).



Menos que Sybil ha sido Lady Edith, cuya historia con el supuesto Patrick acababa antes de empezar, pero la hermana mala ha tenido su buena dosis de crecimiento gracias a la guerra, y ha acabado por convertirse en alguien mucho más comprensiva, menos caprichosa y más consciente de lo que sucede fuera del patrimonio de Lord Gratham.  De todas formas, el tema con el falso Patrick se ha quedado en el aire y podría volver en cualquier momento para darle más vidilla a un personaje que ha quedado muy en segundo plano en comparación con las otras hermanas Crawley.

De robar planos y soltar 'one liners' sigue viviendo la Condesa Viuda Violet, que ha ido deslizando alianzas como quien desliza una aguja por la tela. Ha sido divertidísimo verla conspirar contra la prima Isobel en compañía de su nuera Cora, a la que no le hace mucha gracia que su consuegra disponga a sus anchas en el hospital miilitar que se ha habilitado en Downton Abbey. Por no hablar de los mencionados choques con Sir Richard, al que humilla a las primeras de cambio, y sus habilidades como celestina entre Matthew y Mary cuando por fin se da cuenta de que su nieta no puede encontrar un pretendiente más idóneo.



Las tensiones entre Cora y Robert resultaron muy forzadas y sin fundamento alguno, y vinieron a coronarse con ese affair con la criada que para nada encajaba con el tipo de personaje sin mácula que representa el Earl. Se nota el esfuerzo por querer humanizar al símbolo del honor de la casa, pero se ha hecho de una forma muy burda y apresurada. Sabemos que se trata de un matrimonio de conveniencia con sus claroscuros al prinicipio, por lo que Fellowes tiene humus desde donde trabajar si quiere crear verdadero drama. Sin ir más lejos, yo tengo una sospecha alocada de que el cariño de Carson, el mayordomo, hacia Lady Mary se debe a se trata en realidad de su hija (WTF lo sé).

Este post está quedando muy largo de por sí, pero prácticamente todos los personajes de la casa, incluida la servidumbre, han tenido más o menos una intervención importante en el desarrollo de la segunda temporada, lo que da una idea de la densidad de la historia y de lo rápido que sucede todo. Ahí tenemos a la señora Hughes ayudando a Ethel, la criada embarazada del oficial del ejército herido; o a Daisy sintiéndose culpable por casarse con un William moribundo sin desearlo realmente. Ambas tramas vienen a dejar patente que la guerra también ha tocado de alguna forma al servicio, aparte de sacar a Thomas de su puesto de lacayo para ascenderlo a encargado del hospital montado en la casa. La baja que se autoprovoca en el frente y que lo lleva de regreso a Downton  fue la primera piedra para suavizar un personaje de por sí chulesco y despreciable, pero nadie imaginaba el timo en el que se ve envuelto, algo que lo devolvió definitivamente a la tierra. Una circunstancia parecida ocurre con O' Brien, con muchas menos ganas de malmeter que antes y dispuesta a redimirse con lealtad del incidente del jabón.

"No seas derrotista, querida, es muy de clase media".

Puede criticarse el retrato que la serie hace de las relaciones ente servidumbre y señores sea excesivamente buenista o paternalista, pero la interdependencia entre los dos extremos de la escalera era innegable en esos tiempos por unas razones o por otras (una propiedad podría dar de comer a medio pueblo), y no era extraño que se pudiesen establecer vínculos de confianza como el que vemos entre Lady Mary y Anna, o entre el Earl y Bates. La fidelidad a la Historia no es el fuerte de la producción, aunque eso tampoco es motivo para condenarla cuando se trata de jugar con situaciones posibles en la época que pueden chocar con nuestra mentalidad moderna.

Con la Gran Guerra terminada y gran parte de los conflictos sentimentales cerrados, me aventuro a pensar que la tercera temporada, que abarcará los años 1920 a 1922, tendrá a Sybil como vórtice de los conflictos. No en vano, el personaje partió para Irlanda felizmente casada con su Branson, y encima está esperando un hijo en un tiempo en que la isla de San Patricio estaba a punto de librar su guerra por la independencia. Puede que, después de todo, venga otra batalla a Downton Abbey.

4 comentarios:

Unknown dijo...

La independencia de Irlanda les va a dar juego, seguro. Me hizo mucha gracia, en ese Behind the drama, cómo los actores que hacen de Sybil y Branson estaban siempre pensando "¿Otra vez el garage? ¡Que se besen ya!" :)

La condesa viuda tiene un festival en el especial de Navidad, pero un festival.

satrian dijo...

Parece que el romance del cabeza de la casa con la criada no nos ha convencido a ninguno, a mí me ha gustado bastante la segunda temporada, y un especial de Navidad más jugoso de lo que esperaba.

Álex dijo...

No veo yo a Cora liándose con Carson, sinceramente.

Por lo demás, me molestó un poco esa acumulación de tramas que iban y venían, porque me dificultaba involucrarme con los personajes. Con tanta trama al final terminaba dando un poco igual lo que sucediese.

Por suerte hacia el final recuperaron el tono y el especial de Navidad fue un cierre perfecto (pese a esa complacencia propia de un especial navideño).

David del Bass dijo...

Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!