viernes, 8 de abril de 2011

Pilotando The Borgias: Corrupción celestial

Vicio ha existido desde que el hombre se alzó sobre dos extremidades, pero parece que Showtime sólo lo encuentra en la Edad Moderna, cuando se comenzaron a formar los primeros Estados. No se lo puede culpar de nada porque si hubo una época en la que la lujuria por el poder fue más obvia es ésa. El humanismo floreciente devolvía el protagonismo al hombre, que hasta entonces había vivido a la sombra de Dios, pero algunos se lo tomaron demasiado al pie de la letra y le dieron una buena razón a Maquiavelo para escribir aquello de "el fin justifica los medios". Tras las seis esposas del hereje Enrique VIII en The Tudors (2007-2010), el canal de cable premium se va con The Borgias al Vaticano que lo excomulgaría unos años después para contarnos que los Papas de aquella época eran tan, o más, candidatos a ser expulsados de la Santa Madre Iglesia Católica. Porque las tiaras papales también estaban llenas de ínfulas principescas y de toneladas de avaricia, y si no que se lo digan al Papa Alejandro VI, o como lo conocían en Valencia antes de italianizarse el apellido: Rodrigo Borja.

El título de la serie va en plural porque, como buena saga de mafiosos (se diría la decana de todas las sagas), aquí la familia importa mucho. El papa Borgia era también papá, faltaría menos. Ahí estaban los guapos César y Lucrecia y Juan criados en las comodidades de un palacio donde vivían con su madre. Y como buena familia se apoyaban los unos a los otros, especialmente si se trataban de españoles inmigrantes odiados por sus nuevos vecinos, y bajo la sospecha fundada de que su padre había amañado la votación del cónclave que lo eligiría como Sumo Pontífice previo soborno de los cardenales más débiles. Éste es el punto de arranque del doble piloto que presenta una primera temporada de 13 capítulos en los que Neil Jordan (director de Entrevista con el Vampiro) tiene la tarea de tejer la tela de araña de corrupción, sexo, asesinato, incesto, conjuras y la lista de pecados capitales multiplicada por cinco que hizo famosa a esta csa.

Lo primero que resalta en el visionado es el sublime nivel de la producción, que provoca un piscinazo total en los ambientes del Vaticano de la época, que todavía estaba a la espera de que otro Borgia, el Papa Julio II, retomara las obras que con el tiempo le darían el aspecto que tiene hoy. Desde los espectaculares y pictóricos títulos de crédito hasta las telas de las sotanas, todo ello supera con creces la prueba de garantía de verosimulitud necesaria en cualquier producto que bebe de la Historia. No pongo la mano en que los siguiente capítulos los hechos no se adaptaran a los requirimientos del drama, pero el material lo tiene todo para enganchar. Sobre todo, a aquellos enamorados de las intrigas palaciegas que nos contaban los profesores y que eran la salsa de las clases.

Junto con esta atención al detalle, encontramos una actuaciones acertadas (se nota el oficio británico en el reparto) entre las que destaca un excelente Jeremy Irons, como el patriarca Borgia, un personaje que cae de lleno en la bolsa de personajes retorcidos y perversos que acostumbra a interpretar el actor inglés. Menos seguro en su rol está el actor que interepreta a César, François Arnaud, al que me tendré que creer un poco más en sus sospechosas interacciones con Lucrecia (Holliday Grainger) y en sus tratos con el asesino Micheletto, un tipo inquietante y de pocas palabras, al que el rostro afilado de Sean Harris contribuye a dar forma.



Si hay algo que se le pueda reporchar a este piloto es su excesiva duración. La estrategia del doble episodio, además de espantar a los alérgicos a este tipo de aperturas, también entraña el riesgo de aburrir. En comparación con la segunda parte, la primera adolece de una falta de ritmo y acción considerable, posiblemente por abusar de la repetición de escenas que cuentan lo mismo, como todo el proceso de las dos votaciones que tuvo que superar Borgia para salir elegido desde la muerte de Inocencio VIII. Por el contrario, en el segundo acto se vislumbra lo que la serie está dispuesta a dar y nos muestra de una forma más plausible las artimañas de Rodrigo y los desplazamientos de lealtades que sólo acaban de empezar.

Esperemos que los próximos capítulos den más empaque al origen de los protagonistas y agilicen el paso de los guiones porque, sin duda, la trama tiene todos los ingredientes y morbo para establecer un entretenido culebrón de época. De momento, con 1,4 millones de espectadores, es el estreno más visto de Showtime en los últimos siete años.

4 comentarios:

satrian dijo...

Francois Arnaud no me convence nada, Jeremy Irons bien como siempre, Neil Jordan impecable, pero veremos que hacen con la trama, porque si tenemos demasiado Vaticano para aprovechar sets puede que la gente abandone el barco pronto. De lo que más me gustó el personaje de Micheletto y su actor.

Jaina dijo...

Michelett ha sido el highlight del piloto, está claro, a saber por dónde nos sale este personaje. Mientras sigan con la trama de intriga y demás y no aprovechen los decorados para tapar el bulto irá todo bien.

Alex dijo...

Pues a mi me ha encantado Cesar!!!!! lo adoro... aunque en la versión de Puzo, de las miradas lascibias con Lucrecia pasaba al acto... supongo que eso lo habrán censurado aca.

Anónimo dijo...


El que se lleva todos los elogios es sin duda Jeremy Irons, un señor actor. No me gusta François Arnaud, pero creo que es porque su personaje aparece en esta ficción como demasiado humanizado, cosa que sabemos que el verdadero Cesare no era así. Lo peor de The Borgias fue el de afaire Cesare y Ursula que son como el agua y el aceite, no existe la menor química entre ellos. Ese ridículo e infantil pseudoromance fue el peor traspié de la serie ya que le hizo perder seriedad y realismo, nadie cree en que pudiera existir una relación entre ambos. Arruinó el personaje de Cesare.
Cosas dignas de destacar son la reconstrucción de época, la escenografía y el vestuario, que son excelentes.