jueves, 18 de noviembre de 2010

Nancy quiere redimirse

Todavía está por inventarse la aspiradora que sea capaz de tragarse toda la mierda que suelta la vida de Nancy Botwin y su familia desde hace unos años, pero algún día llegará. El final de la quinta temporada de Weeds puso contra las cuerdas la capacidad de aguante del espectador, que asistía sin tapujos a la degradación sin frenos de la ama de casa metida a traficante de marihuana. Pero todo cambió en el momento en que Nancy encontró, sin quererlo, y gracias a su hijo Shane, alias el Chungo, un límite brutal a la pataletas de niña egoísta y a la perpejidad narcótica que dirigían cada una de sus acciones desde que cruzó la frontera con México.

Un golpazo con un palo de cricket hizo falta para que la matriarca del clan y, por tanto, la serie, reaccionara en esta sexta temporada, embarcándose en un viaje por carretera (literal) para encontrar el norte que había perdido desde que Esteban Reyes y sus secuaces entraron en escena. Desde la fantástica segunda entrega, Weeds no había vuelto a dar momentos tan hilarantes y giros insospechados como los de estos trece capítulos. Shane, en su línea de rarito, hablando sobre bebés como una madre más en el parque, la caravana de Dios, o el imposible cliffhanger de 'Boomerang' (6x05) son sólo unos cuantos ejemplos de lo que ha sido capaz de idear Jenji Kohan y su troupe este año.

Concebida como una road movie de fugitivos, en esta temporada asistimos a un regreso a los orígenes, al trapicheo más cutre y, sobre todo, al ingenio lunático de los Botwin. Porque, aunque se cambien el apellido para parecer hombres nuevos (Newman) y se pongan pelucas y se reinventen mil veces, estos episodios han sido un colocón de Botwin por la cantidad de situaciones y escenas que Nancy, Andy, Shane y Silas, y Doug Wilson han compartido. Por un lado, se ha cumplido en parte el propósito del personaje interpretado por Mary Louise Parker (debe sufrir síndrome de Benjamin Button porque cada año aparenta menos): recuperar el tiempo perdido y ser, en lo posible, una madre para sus hijos.

Pero, ¿cómo renunciar al tráfico de drogas cuando éste te brinda una oportunidad fácil para escapar para siempre de tus enemigos? Nancy ha vuelto al principio de la serie sólo que ahora los villanos no son las facturas del mantenimiento del chalet sino a la mafia de Tijuana y el FBI. En ese sentido, nada ha cambiado, aunque el personaje ahora no se mueve por un motivo superficial como mantener un estilo de vida, sino el de la pura supervivencia. Así, también se ha producido un 'back to basics' a través del cual descubrimos detalles del pasado y secretos de la joven Nancy Price, capaces de producir una catársis en la familia que ella misma no se esperaba. Como si no fuera suficiente con la continua montaña rusa que ya es su vida.

En un giro bastante culebronesco para lo que nos tiene acostumbrados, la serie se atreve a ponerle un peso más sobre la espalda, aprovechándose esta vez de su relación tirante con Silas. Como si el destino se riera de Nancy y le recordara que su vida está hecha para recibir bofetadas, no importa cuantas veces intente levantarse. No cabe duda de que el camino iniciado en esta temporada apuntaba a un final definitivo, tal y como había anunciado Showtime, pero ha habido un cambio de planes al respecto, ya que Weeds probablemente se despedirá con una séptima entrega. Suficiente como para tramar más líos y ¿una vuelta a los malos hábitos de antes?

Si algo ha demostrado la serie es ser impredecible, para bien, o para mal, y que Nancy está lejos de ser una santa. Pero aún con estas premisas, este año se han esforzado en devolverle esa humanidad que parecía perdida y en conseguir que nosotros también deseemos llegar a Copenhague. Se merece un final grande, limpio de problemas y de cliffhangers de infarto.